Frutos Rojos no busca resolver el teatro sino habitarlo en su pregunta. Lo que se muestra no es sólo lo que hay detrás, sino lo que se está haciendo ahora: un teatro que se hace con lo que se tiene, con lo que falta, y con lo que vendrá. Frutos Rojos es una obra que desarma y exhibe mecanismos teatrales, llevando al espectador a presenciar no sólo una función, sino el proceso mismo de construcción escénica. En un espacio que se presenta sin ocultamientos —luces, cables, estructuras visibles— la actriz se encuentra con el público desde la vulnerabilidad, el humor, lo absurdo y el drama. A lo largo de la obra, los colores rojos van tiñendo la escena, acompañando el relato íntimo y performativo de la actriz. El rojo es fruto, deseo, sangre, ficción y vitalidad. Esta puesta se sitúa en el borde entre lo real y lo teatral, en un intento por tensionar las convenciones, explorar la poética del desarme y preguntarse, una vez más, qué es y para qué sirve el teatro.